Coliseo de las Tres Culturas







Madrid, Madrid
Coliseo de las Tres Culturas
Arquitectos:
Ignacio Vicens y Hualde
José Antonio Ramos Abengózar
Arquitecto colaborador:
Fernando Gil
Jesús Gómez Ortuño
José Ángel Nieto
Desirée González
Romina Barbieri
Pablo Gutiérrez
Joaquín Esperón
Tibor Martín
Luís Basabe
Josefina Flores
Patricia de Elena
Enrique Alba
Luís Fragio
“…Sin duda este proyecto supone otro punto de inflexión en nuestra trayectoria. Es curioso porque se proyecta casi al mismo tiempo que la vivienda de Las Encinas, pero el resultado es muy diferente. En Las Encinas retomamos los prismas cerrados del principio. Aquí volvemos a romperlo, a desencuadernarlo, a la libertad de la forma no cerrada.
De nuevo detrás del proyecto está la petición de un cliente excepcional que quería algo único, diferente. Un complejo musical y de espectáculos, que permitiera congresos, presentaciones, etc. Incluía tres salas para ópera, teatro y musicales, con todos los espacios anejos, como camerinos, salas de prensa, cafeterías…
El proyecto puede parecer caprichoso pero es mucho más razonable de lo que parece a primera vista. Las tres salas se diseñan, como es lógico, en términos de visibilidad y acústica. Intentan ser eficaces, porque lo importante es lo que se representa. Sin embargo, en los descansos es el momento de la contemplación de la arquitectura. Las salas son enormes. La mayor está planteada para 2.500 espectadores. Pero los vestíbulos y lugares de descanso se fragmentan, se subdividen, de manera que nunca exista la sensación de formar parte de una masa. No estamos en el Bernabeu. De modo que ese expresionismo de los dedos sobre la plaza, que pudiera parecer caprichoso en un principio, está justificado y es muy lógico: sale con una cierta naturalidad en el momento en que se ve la necesidad de que en los entreactos los espectadores se distribuyan no en un único espacio sino en varios.
El acceso es tan barroco como siempre; el edificio se sitúa junto al parque, separándose de las viviendas ya edificadas. Desde una plaza dura, que da a la calle Machu Pichu, se llega a otra plaza semicubierta donde están los accesos a los tres edificios. Es una sala hipóstila exterior, marcada por los cilindros de los ascensores que suben desde el aparcamiento y son al tiempo pilares de los dedos.
Somos conscientes del carácter plástico, casi escultórico del resultado. Pero hay una cierta arquitectura del ocio, de la celebración, de la fiesta, que puede ser en sí misma festiva y extraordinaria. De ahí el material único exterior: vidrio serigrafiado con pan de oro. El espectáculo comienza antes de entrar…”